Dr. Enrique Del Valle Iberlucea 1261
(a 10 metros de la Calle-Museo Caminito).
La Boca. (C1160ABM).
Buenos Aires - Argentina.
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Las escenas nos remontan a la historia vivida en la zona sur de Buenos Aires, la teoría del sabio argentino Florentino Ameghino, el cráneo hallado en la dársena norte del puerto de Buenos Aires, nos puede conectar con la presencia del hombre denominado Dypothromo.
El sabio argentino Florentino Ameghino polemizó con sus similares alemanes sobre la verdadera antigüedad del hombre en el Plata. Si bien se descartó su nominación Diprothomo Pampeus para los restos descubiertos por él, aludiendo a que las diferencias con el Homo Sapiens no eran suficientes para cambiar su género y especie (el error se debía a la falta de occipital, hecho que hacía dudoso su ángulo facial, al posibilitar una mayor inclinación), no pudo negarse que se trata de un ser muy primitivo y que posteriormente hizo admisible la teoría sustentadora de que el hombre se originó en el Plata.
Este trabajo se realizó gracias a la gentiliza del extinto profesor Carlos Rusconi, discípulo de Carlos Ameghino, que posibilitó tomar los calcos.
Avanzando en la historia, también la pampa nos conduce a los Querandíes, cuya procedencia se desconoce y a los que se les ha otorgado, entre otros, los nombres de Hets o Pampas. Estas tribus habrían presenciado el primer asentamiento hispano en tierras rioplatenses. Los orígenes de la ciudad de Buenos Aires nos conducen al primer asentamiento poblacional, llevado a cabo por Don Pedro de Mendoza un 3 de febrero de 1536.
Hacia el año 1534, la corona española, le encomendó a Don Pedro de Mendoza la expedición que debía conquistar los territorios del río de la Plata, neutralizando de ese modo el avance portugués.
Luego de una accidentada travesía y con el título de adelantado, llegó a la boca del Riachuelo, donde un 3 de febrero de 1536 procedió a instalar el asentamiento que denominó “Santa María del Buen Ayre”.
La hostilidad de los indígenas, la escasez de alimentos, y la aspereza del medio ambiente terminaron por despoblarlo cinco años después.
Si bien existen diversas teorías acerca del sitio elegido para dicho acontecimiento, la mayoría de los historiadores coinciden en ubicarlo en los terrenos que ocupan actualmente el Parque Lezama (barrio de San Telmo).
Don Pedro de Mendoza, vestido según orden de los caballeros de Santiago: cruz en el pecho, capa blanca y anillo en el dedo índice, murió en altamar, de regreso a su tierra natal un 23 de junio de 1537.
Existen diversas teorías acerca del lugar donde se erigió aquel fuerte de Santa María de los Buenos Aires. El hambre, la lucha con el indígena conlleva la decisión de despoblarla, en 1541. Sin embargo, la necesidad de un puerto activo, la amenaza de posibles invasiones, torna imprescindible la existencia de una población cercana al Océano Atlántico.
Persiguiendo este objetivo, un 11 de Junio de 1580, Juan de Garay, funda y organiza la ciudad de la Santísima trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Aires, en el solar que en la actualidad ocupa la Plaza de Mayo.
A menos de 50 años de la primera Buenos Aires, cuya instalación no había prosperado, encontramos una segunda que perduraría.
La expedición se organizó desde América, partiendo de Asunción al mando del Teniente Gobernador Juan de Garay, quien procedió con cautela e investigó la región, para luego fundar la ciudad de “La Santísima Trinidad”, un 11 de junio de 1580.
Realizó entonces la repartición de solares, a partir de una plaza mayor (actual Plaza de Mayo), cumpliendo así el mandato para el cual se lo había designado: recuperar la cuenca de la plata.
Garay conservó para el Puerto el nombre dado por Mendoza en 1536, aunque con el tiempo dicha denominación quedó reducida a solo Buenos Aires.
Muere asesinado por los indígenas en 1592.
El enfrentamiento con el indígena se inicia con el primer establecimiento español en territorio rioplatense.
La posesión de las tierras por parte del español y la caza del ganado provocó la lucha que habría de prolongarse a lo largo de 300 años.
La expedición de las fronteras condujo al indígena a organizarse en grupos que liderados por caciques severos y temperamentales, dieran lugar a los temidos malones.
La convivencia con el indígena se torna cruenta, las razas se fusionan... aparece el mestizo, la marginación social y una forma peyorativa de referirse a la silueta que habita en nuestras pampas: El Gaucho, huérfano de dos civilizaciones: la europea y la indígena, levanta su rancho sin tener en cuenta la propiedad privada.
Se alimenta de carne y de mate, y a pesar de su esencia solitaria se acerca a la pulpería, donde una simple insinuación es motivo de duelo. Aquel nómade, supo heredar del español el arte de cabalgar, reflejándolo hábilmente en la doma del ganado cimarrón.
Desde la primera mitad del siglo XVII hasta la segunda del XIX, aparece un proletariado rural, que tiene como protagonista al mestizo (hijo del aborigen y el hombre blanco); a quien luego se lo llamara, peyorativamente, gaucho.
Se le han atribuido a esta palabra, diversas etimologías, sin embargo, parece derivar del quechua “guacho”, que significa huérfano, en efecto, nació desamparado de dos civilizaciones: La europea y la indígena.
Bajo un clima benévolo, en llanuras donde abunda el ganado cimarrón el gaucho jamás trabajó la tierra con sus manos. Se dedicó a domar caballos para hacerlos útiles en las faenas del campo.
El arte de cabalgar, lo heredó del español, al igual que el orgullo y el gusto por la pelea que lo encontraba, con frecuencia, entreverado en un duelo.
El indígena le transmitió el sentido de la libertad y el nomadismo, aunque no fue ajeno a la vida de la pulpería, su techo cobijador.
Se alimentaba de carne, yerba mate, caña y tabaco.
Analfabeto, pero dotado de inteligencia natural, el gaucho vivió su epopeya, hasta que el alambrado y el progreso acabaron con esta figura legendaria, que quedó eternizada en los versos del “Martín Fierro”, y la literatura gauchesca de la región.
La necesidad de mano de obra origina el tráfico de esclavos en el Río de la Plata, discriminados, aunque fieles a sus tradiciones la danza del candombe y aquel ritmo de tambores comienza a vibrar en las calles.
En el puerto, la presencia indiscutida del cuarteador, uno de los tantos oficios que la evolución se ha llevado consigo.
Fundador de la dinastía de las piedras, Rey y Señor de toda la enorme región pampeana argentina. En 1834 se hace proclamar Emperador de la Pampa, adopta el grado de General, se antepone el nombre de Juan, sella toda su correspondencia con la siguiente leyenda: Gral. Juan Cafulcurá – Salinas Grandes y designa como ministro a un chileno Manuel Acosta cuya influencia es decisiva, dado que el cacique no sabía ni leer ni escribir.
Para reforzar su dominio hace cruzar la cordillera a numerosos caciques araucanos con sus nutridos escuadrones de lanceros, somete así por las buenas o por las malas a todas las tribus dispersas en la llanura pampeana. Cafulcurá ambicionaba constituir una Confederación Indígena Americana pero la carencia de comunicaciones, los intereses dispares, la falta de instrucción tornan imposible sus planes. Su gran Imperio sólo se mantiene durante su vida y unos años más a través de su hijo Namuncurá. Muere centenario repitiendo como un alucinado “No entregar Carhué al Huinca”.
Cacique Araucano, hijo de Juan Cafulcurá, heredó el mando total de su padre. Sus tribus eran de origen pampa y el ranquel la formaban 25 caciques, 100 capitanejos y más de 2500 guerreros. No supo mantener a sus caciques y capitanejos como jefes libres y estos comenzaron a desobedecerle, perdiendo poderío. Derrumbándose el imperio de los Pampas definitivamente cuando el 24 de marzo de 1884, Namuncurá se entrega hambriento, desnudo, sin armas y con la promesa de que les iban a entregar tierras para sembrar y criar ganado. Hasta el día de hoy, los pocos descendientes de Namuncurá y su gente esperan las tierras prometidas: El hijo de Namuncurá, Ceferino es proclamado Lirio de la Pampa y la iglesia Católica, estudia su canonización para convertirlo en Santo Aborigen.
Cacique pampa, a la muerte de Cafulcurá se independiza. Sus malones fueron famosos por astucia y valentía de que hacían gala. Nunca firmó tratados con el Huinca y si alguna vez otro cacique aceptaba la paz, Pincen se encargaba de romperla. Alsina lo describió diciendo “indio indómito y salvaje, hijo del desierto.” Pincen no quiso pactar con Namuncurá, porque él “era argentino, no chileno” decía, ni con el Huinca porque era dueño de su tierra y de todo lo que había en ella y peleando defendía la posesión de lo suyo.
Cacique principal de la nación Pampa, caracterizado por su amistad y aprecio hacia los hermanos criollos. Su tribu colaboró con las autoridades para evitar el pillaje de los aucas chilenos y de los grupos cristianos alzados y renegados que inundaban la campaña argentina. El cacique Catriel fue colaborador y auxiliar de la expedición de Rosas al desierto en el año 1833, junto a él colaboraron los caciques Fracaman, Reilet, Venacio Cayupan, Llanquelén, Cachul y otros más.
Años antes en 1827, había colaborado con el Coronel Rauch, secundado por el cacique negro y sus Tehuelches. Juan Catriel colaboró con Rosas hasta su caída del gobierno en 1852. A su muerte lo sucedió su hijo Cipriano. Los indígenas conocidos como Catrieleros viven en nuestros días en pequeñas propiedades que mantienen cerca de la localidad de los Toldos en la Provincia de Buenos Aires.
Hombre de campo. Sus estancias abarcaban grandes extensiones al sur de la Provincia de Buenos Aires, su personalidad fuerte no le impidió tener un trato paternalista con sus peones, mulatos e indios. Organizó las primeras expediciones al desierto con la gente de sus estancias, incluyendo 600 indios de lanza con sus caciques Catriel y Cachul. El avance amplió la frontera del sur hasta Choele – Choel, rescatando para la civilización 707 cautivos, fruto de los continuos malones que asolaban el lugar.
Debido a la crítica sistemática de la iglesia por los abusos cometidos por los conquistadores en la explotación del trabajo de los indígenas, se autorizó la importación de esclavos negros provenientes de África.
En el Río de la Plata se los destinó a la labranza de tierra, arreo de ganado y tarea doméstica.
De acuerdo con sus costumbres bailaban el “Candombe” al ritmo del tambor, una danza profana que la evolución convirtiera en el tango argentino…
Abolida la esclavitud, continuó siendo una música popular, especialmente durante los carnavales.
Varios fueron los oficios a orillas del Riachuelo. Atracar barcos, transportar cargas, ayudar al paso de las balsas utilizando cuartas de cuero, bueyes y caballos que hicieron que esta actividad fuese considerada de gran importancia, ya que el escaso calado del río no permitía la libre navegación.
Estos hombres, también se desempeñaban en la ciudad, en donde las pendientes dificultaban el recorrido de los tranvías de tracción a sangre.
Entre los Cuarteadores que se destacaron, cabe mencionar a Florencio Mendoza, que si bien era adepto a la política de Juan Manuel de Rosas, usaba galera al estilo Urquiza.
Consiste en la lucha entre dos gallos preparados para la pelea, que constituye, de antiguo, una diversión y motivo para apuestas.
Europa se sintió atraída y seducida por este deporte. Muchos fueron los pueblos que se hicieron adeptos. España, no fue excepción y no conforme con la difusión en sus tierras, lo trasladó a América.
Así es que, las riñas, tuvieron en el nuevo mundo, la trayectoria de la conquista llegando primero a México, se divulga por América Central, pasando más tarde a Colombia y Perú arribando al río de la Plata, convirtiéndose en una costumbre popular.
Pero la influencia extranjera no pudo opacar a la popular danza rioplatense: El tango, nacido en los puertos de ambas orillas del Río de la Plata... Entonces era solamente música... Marginado a los suburbios, era bailado por los compadritos y sólo cuando se conjuga con la poesía y el lunfardo abandona los suburbios para instalarse en los salones y en la esencia del ser argentino.
No se conocen con certeza los orígenes del Tango, la popular danza rioplatense. Para algunos la palabra deriva de tango (tambor) utilizada en el vocabulario de la gente de raza negra. La combinación de melodía de habanera, la coreografía de la milonga y el ritmo de un candombe, dio como origen al nacimiento de “Tango Orillero”. En las últimas décadas del siglo XIX siendo una danza de parejas abrazadas con sensualidad, provocó en sus comienzos el rechazo de la alta sociedad, y sin embargo, fue adoptado en burdeles y piringundines, aunque bailado entre hombres. El marginamiento urbano, dio lugar a las letras lunfardas y hasta 1910 los conjuntos no excedían de cuatro músicos.
Accede entonces a los grandes salones frecuentados por círculos privilegiados, como el “Paláis de Glace”. Para ser difundido en toda Europa por Carlos Gardel, a quien su temprana muerte, ha convertido en un verdadero mito entre los argentinos. Suele decirse aún, con solo mencionar su nombre “cada día canta mejor…”
Comandante Tomás Liberti es quien toma la iniciativa de formar una sociedad cuyo principal objeto era el sostenimiento de una compañía de bomberos y el domingo 2 de junio de 1884 en el “Ateneo Iris” hace la Asociación de Bomberos Voluntarios de La Boca. Su sede una casilla de madera en la calle Necochea entre Lamadrid y Pedro de Mendoza, su símbolo “Volere e Potere”, su bautismo de fuego fue el 14 de noviembre de 1885.
Su eficacia indiscutible, día a día acrecientan su prestigio. Con valentía y abnegación exponen sus vidas con el mismo interés que los profesionales. Suplen la necesidad de un destacamento, llegan antes a los siniestros. Esto ocasiona un malestar, surgen las intrigas y con argumentos poco convincentes por medio de un decreto prohíben sus actividades.
Poco tiempo duró la prohibición y en 1890 un nuevo decreto deroga el anterior restituyendo a los bomberos todos sus derechos.
Comandante Francisco Carbonari, se dedicó con entusiasmo sin igual a la actividad de Bombero Voluntario primero en la Asociación de Bomberos Voluntarios de La Boca, la que llegó a comandar.
Cuando lo suponían agotado y pretendían sustituirlo. Carbonari entusiasta crea una nueva Institución, la Asociación de Fomento y Cuerpo de Bomberos Voluntarios y Primeros Auxilios Vuelta de Rocha.
Cuya primera sede fue en Coronel Salvadores 756. Poco a poco esta asociación crece, todo el vecindario colabora con los jóvenes que se adhieren a ella, compran un viejo chasis de automóvil de “Delahaye” y con trabajo y paciencia lo transforman en su transporte. En 1938 obtienen la personería jurídica.
Eran comunes en esa época las crecientes del río, pero la de Abril de 1940 fue memorable muchos habitantes de La Boca y Dock Sud hubieran perecido de no ser por la intrépida labor de estos Bomberos de la Vuelta de Rocha.
El vecindario agradecido dona a la entidad un terreno para su sede oficial en la calle Garibaldi y en 1951 toda La Boca festeja el logro de un festejo común, la adquisición de su primera autobomba.
Año 1900. En la ribera boquense y entre brumas, vemos recortarse una figura legendaria del hacer político, el Dr. Alfredo Palacios. La Boca se agitaba, pululaban en ella las agremiaciones obreras que le daban un clima levantisco. Asociaciones que convergían en una Federación que las agrupaba en esa lucha incansable por el mejoramiento social. Época de comité, de escalera, engrudo y pegatina.
Las elecciones de 1904 y el primer triunfo del Socialismo argentino. El Dr. Alfredo L. Palacios es electo diputado por Capital Federal. Ese acontecimiento histórico, se lo debió el país al Barrio de La Boca.
Marino intimidante vinculado a la lucha por la independencia argentina y contra las potencias extranjeras. Dijo Mitre “Todos recuerdan que el estampido de su cañón en las aguas del Plata era anuncio de victoria y que a la vista de los mástiles de “La Capitana, la ciudad de Buenos Aires dormía tranquila”.
La Vuelta de Rocha sirvió para la maestranza y formación de su flota.
Melodías... partituras... pinceladas... arte. Todo conduce a Benito Quinquela Martín y a Juan de Dios Filiberto; el primero, fue el hombre que le puso color a un barrio, el segundo es sinónimo del tango boquense. Hablar de la Boca es hablar de estos grandes amigos, como si la existencia de uno, no fuera posible sin el otro...
Nació un 1 de marzo de 1890. A pocas semanas de vencer fue abandonado y adoptado por Don Manuel Chinchela y Doña Justina Molina, a los 7 años de edad. Ayudó a sus padres en el oficio de carbonero.
Considerado autodidacta, recibió nociones de dibujo y pintura de Alfredo Lazzari.
Al descubrirlo el director de la Academia Nacional de Bellas Artes, Pio Colivadino, comienza la búsqueda de nuevos horizontes…
En sus viajes, expuso en importantes ciudades capitales como Paría, Madrid, Roma, Nueva York, Londres y tantas otras.
A través del color y la espátula, sus pinturas reflejan lo vivido en su puerto los barcos, las chimeneas, los incendios y los hombres trabajando duramente.
Entre los años 1936 – 1968, dedicó su tiempo y fortuna a realizar obras de beneficencia.
En su multifacético vida, existen hechos que revelan su genialidad como, la creación de la “orden de tornillo”. Concedió este privilegio a aquellos, que amaban el arte y la bohemia, convirtiéndolos en “caballeros atornillados”.
Falleció un 28 de enero de 1977, a los 87 años de edad. Sus restos se encuentran en el cementerio de la Chacarita.
Nació en 1885 en la intersección de las calles Brandsen y Necochea, donde transcurrió su infancia. Siendo un niño, en el teatro de títeres “el Cicilia”, Filiberto tocaba un organito a manija. Trabajó en los talleres de la compañía Mihanovich donde un amigo (Héctor Paccinetti) le dio clases de violín, y esto le permitió formar su primer trío y luego integrar un cuarteto.
El primer Tango por el que cobra derechos de autor es “El pañuelito”, aunque el más recordado es Caminito (1922), con letra de Gabino Coria Peñaloza. La poesía esta inspirada en un sendero de La Rioja, y el título fue utilizado por Quinquela para denominar a la calle – museo al aire libre, que se inaugurara en 1959.
Se le rinde homenaje así, al querido compositor, que falleciera en su casa de Magallanes 1140, un 11 de noviembre de 1964.
Historiador y escritor. Fundador y presidente del Ateneo Popular de La Boca. Incansable colaborador de periódicos y revistas. Merece un lugar de honor en todo lo que al sur de Buenos Aires se refiere por ser uno de los hombres que dedicó a investigar y documentar todos los acontecimientos que hacen la historia de esta zona en características tan notables. El mérito de su labor fue investigar, recopilar y volcar objetivamente en sus libros y cuadernos, páginas que de no ser por su visión, el tamiz del tiempo hubiera dejado en el olvido.
Guiado por una apasionada vocación por la museología vivió sus días yendo de uno a otro museo. Director del Museo de Armas de la Nación, escribano Mayor de Gobierno desde 1940 hasta 1976, pero lo culto no excluye lo popular y el Dr. Garrido amó y sientió la bohemia de Buenos Aires, no era raro verlo por las calles boquenses entre la niebla, visitando casas de amigos, hilvanando recuerdos dijo Benito Quinquela Martín: “es quizás el hombre del que más aprendí el arte de vivir”.
Da fe y hace memoria de noches de brindis, de tallarines, en los Pinitos (antiguo bar de la calle Necochea) donde Filiberto soñaba un tango y Quinquela le robaba al un nuevo color al río.
Noches de amistad con A mayúscula de amor sin límites, en una de esas frías y ventosas noches nació “Caminito”. Hubo mucho que andar, gente a quien entrevistar, legalizar y este escribano “atornillado” lo logró y La Boca tuvo su “Caminito”.
Boca Juniors, Boca Juniors,
gran campeón del balompié,
que despierta en nuestro
pecho entusiasmo, amor y fe
(de la marcha oficial del club).
Bernardino Veiga, su voz salida del micrófono, invadía la lata y madera de las casas y con su aire fanático izaba la bandera azul y oro, en todos los balcones y en el palo maestro de alguna embarcación ribereña.
Fiesta, pizza, cornetas, matracas, ¡Alegría Boca Campeón!.
Pero no solo este club nació a orillas del azabache del río, también este barrio engendró otro club, River, lo vistió de tela más fina, con una raíz inmigrante de naríz para arriba.
Crecieron juntos y como todos los hermanos se pelearon.
Estas rivalidades históricas plasmaron en el deporte de este barrio una singular personalidad Almirante Brown y Pinzón “Café la Alegría” de acceso solo para boqueases, enfrente a la confitería “Las Camelitas” reducto solo para millonarios.
Durante la semana todo era paz, normal, ayuda mutua, charlas amenas, “cargadas”, saludos vecinales y el domingo, las grescas, más inusitadas y hasta hechos risueños como contratar un servicio fúnebre abarcaba toda la calle Almirante Brown. Pasaron los años, cambiaron algunas costumbres, River, millonario, se mudó al norte, pero aún hoy en los encuentros, entre matracas, gritos, pitos y lluvia de papeles, perdura la voz de este inolvidable amigazo apasionado por el deporte que nos brinda amor en su grito:
“Gooooooool de Boca”.
Los comienzos de las actividades escénicas en La Boca tal vez fueron las marionetas y títeres algunos muy famosos como el teatro “Sibilita” de Vito Catone en la calle Necochea al 1300, teatro en el cual trabajó el maestro Filiberto, ayudando a preparar las funciones pero recién toma forma con notable impulso, con la aparición de una singular institución dedicada a montar obras preferentemente de autores argentinos, prescindiendo de la sala y otras instalaciones comunes a estos casos. Sus representaciones se realizaban al aire libre y su marco habitual era la Calle Caminito.
El elenco emprendió giras al exterior difundiendo de este modo el teatro nacional en escenarios de diversas latitudes. Calle de Río de Janeiro, Roma, Santiago de Chile, y otras ciudades sirvieron de escenario a las actuaciones del elenco dirigido siempre por su infatigable creador y celebérrimo Director Cecilio Madanes.
Otra de las obras notables en este sentido es la fundación del Teatro de la Ribera, fruto de la generosidad del Maestro Quinquela Martín.
El tango contiene elementos de diversas procedencias, vestigio del candombe africano, sonidos de la habanera y aires de vidalita pampeana los tres elementos convergentes en ritmo, coreografía y línea melódica. Se lo bailaba a lo malevo en las penumbras de los café – cantante, de los piringundines.
Luego le nació la letra, de poco vuelo literario al principio pero de gran valor realista. Reflejo de la vida misma, de la gente y sus sufrimientos, empleando el lenguaje popular, arrabalero, lunfardo. Espejo de la calle donde andaban mezclados el bien y el mal, “la calle que fue del pecado, así la llamaría Quinquela Martín y a la par de la ingenuidad titiritera”.
Tango que rebasa las fronteras del país llevado por Enrique Saborino, Edmundo Arolas, Francisco Camaro, Carlos Gardel, Aníbal Trilo, José Basso, Astor Piázzola, y el consagrado intérprete Edmundo Rivero.
Edmundo Rivero es una esquina del Sur de Buenos Aires y el alma de una ciudad en dos por cuatro.
Balcarce y Paseo Colón, luz amarillenta de farol, una guitarra y una voz “sur”.
El Viejo Almacén, su casa donde el Tango, canción de Buenos Aires desahogo lírico del pueblo con idioma propio, renace, toma fuerza e invade el corazón nostálgico del porteño trasnochador.